viernes, 15 de junio de 2012

El nombre

Desde los tiempos más primitivos, el individuo ha utilizado un nombre para distinguirse de sus semejantes. En algunas culturas, este nombre se otorgaba al individuo atendiendo a algunas de sus características físicas o espirituales, ya que no se imponía a la hora del nacimiento sino cuando el personaje comenzaba a madurar o man ifestaba alguna predisposición o habilidad. No era por tanto un nombre estable y podía variar a lo largo de la vida. Conforme las sociedades empiezan a evolucionar culturalmente, el nombre va a ir respondiendo más a un deseo que a una realidad, se impone al niño un nombre de contenido simbólico con el deseo de que su significado sirva de modelo o inspiración al así bautizado. En el mundo bíblico vemos como esta elección se hace ya antes del nacimiento. El nombre del individuo en los tiempos más primitivos es absolutamente original. Sólo cuando las generaciones se van sucediendo se va ir haciendo obligado el repetir esos nombres, esta imposición del nombre personal, al que los cristianos llamamos nombre de pila, va a ser muy importante a la hora de conocer las mentalidades de cada época e incluso las distintas estructuras familiares.

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